jueves, 23 de diciembre de 2010

Matanzas, el paraíso de windsurfistas extranjeros

El campeón del mundo de este deporte, Víctor Fernández, convenció a varios de sus colegas de que las olas, el paisaje, el viento y la gente del pueblo eran ideales. Hoy, varios tienen casas y visitan Chile periódicamente.



Hace siete años, el actual campeón mundial de Windsurf en la modalidad extrema de las olas, el español Víctor Fernández, visitó por primera vez Chile. Viajó por varias playas buscando buen viento y olas: Pichilemu, Curanipe y Topocalma. Quedó encantado, así que decidió volver dos años después a un campeonato de Windsurf en Matanzas, una pequeña localidad a casi tres horas de Santiago, en la VI Región, donde el campo se confunde con la playa.
Fernández (26) dice que se enamoró del lugar. Las olas, el viento, la tranquilidad y la amabilidad de la gente lo conquistaron, así que decidió comprar un terreno y construirse una casa.
Su amigo y compañero del circuito mundial de Windsurf, Klaas Voget (31), también se entusiasmó con la idea. "Víctor siempre me decía cuán increíble, verde y lindo era el lugar, lo buenas que eran las olas y la gente. Y me dieron muchas ganas de venir", asegura el alemán, número siete del ranking. Vino y el paisaje le gustó tanto que decidió comprar el terreno y construirse una casa con su amigo. Hoy, hace dos años que tienen una increíble vista de la playa, en la parcela 45.
No son los únicos campeones de windsurf que decidieron construirse un lugar fijo en Matanzas, una suerte de epicentro del deporte, como lo es Pichilemu para los surfistas. Un poco más arriba, en una casa similar, vive otro de sus compañeros del circuito, y número seis a nivel mundial, el inglés Robby Swift (26).
"La primera vez vine en 2007, porque Víctor me contó que se habían comprado un terreno". Llegó con un fotógrafo y escribieron una historia de las olas alrededor de Matanzas. También vino su hermano, David. "El primer viaje vinimos por 10 días y decidimos que era tan lindo que no podíamos perder la oportunidad. Así que con David compramos a medias un sitio y construimos una casa", cuenta Robby.
Los tres amigos se sorprenden de que a pesar de toda la costa que tiene el país, el windsurf o el surf no sean deportes populares. A Víctor le llama mucho la atención que Matanzas no sea un lugar plagado de deportistas, a pesar de que "hay condiciones casi todos los días para practicar, sobre todo para nivel avanzado. En todo caso, esa es una de las características que hacen el lugar perfecto para el deporte, porque "lugares así de buenos están llenos de gente, como Hawaii, y siempre peleas por las olas. Aquí no hay mucha gente y los que hay son bastante amistosos, así que la atmósfera en el agua es muy relajada", explica Klaas.
Los amigos visitan el pueblo de Matanzas dos veces al año por algunos meses, especialmente entre diciembre y marzo, cuando hay buen viento y en Europa es invierno azota.
En el condominio donde están sus terrenos hay varias casas, algunas de las cuales son de chilenos windsurfistas que también consideran que la playa es espectacular para practicar este deporte.
Entre todos, incluida la gente del pueblo, han hecho muy buenas migas.
Víctor arribó a Chile el 27 de febrero pasado a visitar su casa en Matanzas. Como llegó tarde, se quedó en casa de un amigo en Santiago. Ese día, Robby celebraba con una cena con su polola, la familia de ella y su vecino Klaas que habían puesto el último vidrio de su casa. Robby había llegado a Matanzas el día anterior y Klaas el 25 de febrero.
Luego de la cena, Klaas se fue a su casa. "De repente me desperté y la casa estaba bailando. Como era la primera vez que me quedaba, solo cerré todo con llave". Por eso, se quedó encerrado y en algún minuto pensó que "la casa iba a colapsar conmigo colina abajo". Más tarde vio el tsunami desde el techo de Robby. Allí se habían quebrado todos los vidrios. Víctor pudo llegar a Matanzas recién cinco días después. "Fuimos en varios vehículos con amigos, nos cargamos bidones de agua para el pueblo y compramos muchos alimentos para la gente que necesitaba".
Los europeos coinciden en que ningún terremoto los alejará de sus casas. Incluso, Robby asegura que le gustaría quedarse a vivir aquí, aunque los constantes viajes lo hacen difícil.
El ambiente, las olas, el paisaje y la excelente relación con los vecinos y lugareños hacen de Matanzas un lugar perfecto para ellos. Y aunque Klaas aún no habla español, asegura que está aprendiendo, a pesar de que "cuando hay buen viento es un poco difícil abrir los libros".

Entrevista realizada unos días atrás en un periódico de Chile.-

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